La frontera del periodista perdedor

Stephen Glass es lo que a todas luces se define como un perdedor, un pusilánime reportero que soñó con ser Truman Capote -y en realidad, su camino comenzó para llegar a serlo- pero que demostró ser un farsante, oligofrénico, prepotente y caníbal de la moral ajena. Quizá parezca el comienzo demasiado editorializante -esto, al fin y al cabo es un blog- pero resulta tan tajante como cierto. El joven reportero norteamericano, que con apenas 23 años ya formaba parte de una redacción de prestigio en el análisis político -el The New Republic-, sucumbió al poder de las fuentes, a la iniciativa “por la verdad” de un medio competidor y a un director eficiente, además de a un anticorporativismo tan poco extendido como necesario, después de mentir, manipular, distorsionar y fabricar 27 de los 41 artículos que escribió en The New Republic.

“Hack heaven” fue el desencadenante del descubrimiento, de la evidencia de la mentira, del artículo ficción por excelencia, del grito al cielo que llevó al reportero del periódico digital Forbes, Adam Penenberg, a investigar sobre el joven adolescente hacker, sobre la compañía de software, sobre la reunión entre ambos... y sobre algunos otros detalles presentes en la información -y en las contraídas neuronas de Glass-. Las citas, las fuentes e incluso los eventos eran manipulados, construidos sobre una base inexistente. The Daily Pennsylvanian, en un principio, y posteriormente Harper’s y Rolling Stones también pudieron ser contaminadas por la doble moral del embustero periodista, que contribuyó con mayor o menor dedicación en dichas redacciones.



El periodismo digital consiguió un impulso moral considerable con el caso Glass -1997-1998-, adquiriendo una promoción que ponía en voz de toda una sociedad la posibilidad de que un tipo de periodismo “igualmente diferente” y todavía con escasa penetración descubriera determinadas noticias inaccesibles para los grandes medios tradicionales norteamericanos. que acababan de salir a la red en 1994, con el The Washington Post y con el USA Today.
Su descaro e ignominiosa personalidad le llevó a decir frases como la siguiente en una entrevista en la CBS tras el estreno de la película "El Precio de la Verdad", sobre su particular práctica del ejercicio periodístico: “Quiero que crean que yo fui un buen periodista, una buena persona. Quiero que amen la historia porque así podrán amarme a mi”. Además escribió una novela (supongo que autobiográfica) bajo el nombre “El Fabulador” (The Fabulist) de la que vendió un gran número de ejemplares -la gente es así-. ¿Mentiría también en ella?

Este es el trailer de la película que explica la historia de Stephen Glass.

El filme “El precio de la verdad”, inspirada fielmente en esta historia, se convierte en una obra agitadora de conciencias, una forma sencilla de amedrentar a los futuros profesionales de los mass media para que eviten cualquier tentación de falsedad, de mentira simple o de creación ficticia de la más distinta índole. 26 años y una carrera liquidada, exterminada por la farsa... un ejemplo de lo que nos puede pasar.